domingo, 18 de julio de 2010

El Sexo - El Plano Sublime - Ramtha

Al finalizar el día cuando regresamos a nuestra familia, ¿cómo debemos volver a casa? ¿Debemos llegar agobiados o debemos crear el regreso a casa como otra experiencia gozosa? Si hacemos esto y hemos pasado nuestro día con probidad, llegaremos a casa no fatigados, ni cansados, sino exaltados y tendremos momentos agradables para compartir con nuestros compañeros, y ellos los tendrán con nosotros. Y cada uno tendrá un tiempo igual para compartir. ¿Qué hacemos entonces, como personas espirituales, con aquellos que están en nuestra vida? ¿Cómo encaja la sexualidad en todo esto? Bien. Para ti este asunto es tan importante como el asunto del dinero. Pero yo te digo que cuando te liberes de la decadencia, entenderás que el acto sexual es realmente la representación de una unión de Dios con el Yo y su opuesto, que lucha por ser neutral, ser total, completo. Entonces es un acto muy sagrado. Ha sido humillado, destruido, degradado en la plaza del mercado. Ha afectado incluso a inocentes. Es un acto sagrado y santo. ¿Hay algo de bueno o malo en ello? No. Hay sólo actitud. Si recordamos que el cuerpo se convierte en el templo del Dios viviente, y escogemos ser ese Dios viviente, entonces depende también de nosotros decidir quién entra en él. No debería ser sencillamente porque somos como animales y estamos en celo. Esa es una mala excusa. Y aquí todos, con excepción de los niños, han experimentado esa libertad sexual. También hemos entendido que en el sexo hay algo que se ha perdido. Hay algo que lo deja incompleto. No obstante, si se da y se ejecuta en un estado de amor espiritual puro, se abren todos los sellos y la energía puede hacer su recorrido desde arriba hasta abajo del todo, lo que produce una sensación orgásmica tremenda que va hasta el cerebro y explota en la cabeza. Es la experiencia del Kundalini en acción. ¿Debería ser algo que se hace informalmente? Depende de vosotros, pero para un hombre o mujer santos, nunca debería ser así. No es algo que hacemos casualmente con los amigos; es un lugar sagrado y honorable. Ahora bien. Podríamos tener una discusión extensa sobre las enfermedades venéreas, y no hay que ser una persona demasiado espiritual para determinar con precisión de dónde vienen. Provienen de una naturaleza excesiva y profana. Son una enfermedad. En inglés la palabra es dis ease, algo que quita el alivio o el sosiego. Y si las tienes, es porque has abusado de tu naturaleza. Es muy sencillo. No es que sea un problema kármico. Simplemente es así. Un hombre y una mujer castos son una rareza en el mundo. Casto en el sentido de que es algo sagrado, santo, que se comparte como un campo unificado. Es un campo que consolida los opuestos. Alguien escoge ser así y comparte de esa forma. Es lo más íntimo de nuestra naturaleza. ¿Hay algo más íntimo que eso? ¿De qué otra forma que no sea la penetración nos acercamos más a otra persona en el reino físico? Es algo muy cercano. La otra más cercana fue cuando estuvimos en la matriz de nuestras madres. Así de cercano y sagrado es. El acto es tan sagrado como una criatura en el vientre. No debería ser más que dos dioses que se unen en un encuentro. Entonces es algo bello. Si se usa para comerciar, si se usa como lo hacen las prostitutas, si eres un proxeneta, o una hetaira y lo usas así, vas a morir porque se te ha escapado la verdadera belleza del acto. Cuando somos espirituales entendemos esto así como entendemos el valor sagrado del templo, el valor sagrado del semen y de la energía que no siempre debe salir, sino subir hasta el cerebro. Nosotros entendemos esto. A ti aún te hace falta entenderlo. Empleas tu sexualidad —lo has hecho en el pasado como ser humano— para conseguir lo que quieres, especialmente las mujeres. Y ellas lo usan porque los hombres son débiles en esa zona. Lo único que saben es que se supone que tienen que impregnar el mundo, pero ese es el instinto animal que reúne las vacas y copula con todas. Ellos creen que ese es su derecho. Solamente los animales piensan así. El sexo ha sido explotado. Y si lo usas para abusar de otros, abusarán de ti. Esa zona no escapa a las leyes inmutables. Lo que hacemos a otros, nos lo hacemos a nosotros mismos. Ahora, no existe lo bueno ni lo malo, pero hay una diferencia y una cualidad en hacer el amor como un ser espiritual y no como un ser carnal. Es entonces cuando la energía empieza a golpear la cabeza y a hacer cosas maravillosas. De otro modo, no sucederá. El orgasmo sólo es orgásmico en los tres primeros sellos. Hace que el corazón lata a una velocidad extraordinaria, lo que no necesariamente significa que sea algo bueno. Muchos hombres y mujeres han muerto en medio de la cópula porque, como sabes, la energía no está bien. Depende de ti. Este es nuestro templo, nuestro lugar sagrado y eso vale para cada parte de él, cada parte. Ahora, puedes disentir, pero sólo vas a disentir desde la perspectiva humana. Puedes decir: «El sexo es para que lo experimentemos; podemos acostarnos con el mundo entero. Es así de sencillo». Entonces que esa sea tu verdad. Yo te estoy diciendo las cosas como son. Disfrútalo, atesóralo. Amaos el uno al otro. Sé amable, apacible, considerado y compasivo. Pero, sobre todo, sé Dios. Entonces veremos magia pura en acción. Después de todo, es por medio del acto como nace el fruto del vientre. Debe ser una práctica santa y, ¡por Dios!, lo es. ¿Qué hay de la vida espiritual en los roles de los amantes? ¿Qué deben o no deben hacer? Eso se explica por sí mismo, ¿no es verdad? Cuando tenemos la fortuna de gravitar hacia esta zona, vamos a magnetizar seres que son semejantes a nosotros, cuya energía yace en el mismo lugar, cuyo viaje es el mismo viaje. Y nos vamos a enamorar porque en esa unión perfecta no existe la carencia. Allí no hay nada que crear; ya ha sido creado. Ese es un pegamento cósmico. Esa unión es pegamento cósmico y es hermosa. Es Dios-dador. Ambos son dadores. Por esa razón reciben en abundancia y es algo sublime. ¿Hay amantes que han sido maestros? Los ha habido por cientos de miles de años. ¿Hay otros maestros que no tienen amantes? Los ha habido por cientos de miles de años. Queremos amar lo que somos. Si somos el humano vil, malcriado y mordido por nuestro pasado y debilitado por sus tragedias, inmediatamente tratamos de cambiar y manipular a la persona que está frente a nosotros para que siga por el mismo camino y regrese a nuestro antiguo sendero. Esa es una experiencia humillante. Pero si ambos están acostumbrados a hacerlo, entonces les funciona muy bien. Ambos son víctimas, sufren, pelean y padecen juntos. Y en vez de una, son dos personas que señalan con el dedo acusador, lo que los hace sentir muy bien. Los seres humanos pueden tener este tipo de amor porque es una especie de amor de autoservicio. El amor espiritual es de un orden diferente. No es así. En nuestra vida no queremos un amor que esté atrapado en el ayer porque entonces no será amor; será carencia. Si nos empecinamos en volver al pasado no nos llegará el futuro fabuloso en nuestro presente porque cada vez que lo hacemos dejamos a ese amor rezagado. Nosotros lo dejamos; él no nos deja a nosotros porque el amor es la constante. Cuando encontramos entidades así —y las vas a encontrar— su relación es de sanación y sustento; tienes una entidad que no señala con el dedo acusador, que no se lamenta, que no te responsabiliza de su felicidad. Has creado exactamente lo que eres porque esos son todos los elementos que tú eres. Por eso sois tan hermosos juntos; sois tan semejantes. ¿No es eso algo estimulante? ¿Podrías llegar a concebir eso, gozar de un amante que no tenga problemas? Esa es entonces una verdadera relación espiritual, porque para el espíritu no existen los problemas; sólo las oportunidades. ¿Comprendes? Y si compartes con muchos camaradas y amigos, ejerce la sabiduría en cuanto a ellos. Y sólo tendrás que gravitar hacia lo que eres. No pierdas el tiempo con aquellos que no son lo que tú eres. Las viejas relaciones que aplastan, ya sabes, los que siempre se quejan, siempre piden, siempre acceden a todo, siempre juegan el papel de tirano/víctima: «Hiciste eso, no hiciste aquello. Me decepcionas; me hieres» y toda esa basura. Todo empezó maravillosamente, embriagador, limpio, mucha energía sexual, mucho amor y el uno aprendió algo del otro. Cada uno experimentó algo del otro. Quizás fue una de esas relaciones planeadas en el cielo, en el Plano Sublime, porque fueron claves para ponerte en el camino. Seguir en el camino o no siempre es un riesgo que tomamos como seres espirituales cuando habitamos el cuerpo carnal. Pero esos seres están allí: se supone que deben estar en nuestra vida. ¿Y cuándo se supone que no deben estar? Cuando ya no se aprende nada. Cuando ya no hay nada que aprender sólo hay aburrimiento. ¿Y qué llena el vacío del aburrimiento? Las discusiones. Tenéis que provocaros el uno al otro. ¿Sabes por qué? Porque ya no queda nada en la relación. De algún modo tenéis que pasar el tiempo. De algún modo tenéis que justificar el estar juntos, de modo que os irritáis mutuamente, os acusáis mutuamente, hacéis todo eso y todo aquello. Todo terminó. Necesitamos saber cuándo marcharnos. Y cuanto antes, mejor, antes de que todo se convierta en una miríada de emociones tan complicada que el alejarse es una experiencia confusa y perturbadora. Y no es que aún ames a la otra persona, lo que pasa es que la confusión te atormenta. ¿Eso es lo que quieres? No. Entonces, ¿de qué se trataba?, eso es lo que te atormenta. Yo te digo de qué se trata: te quedaste demasiado tiempo en esa experiencia. Un pequeño comentario al margen sobre las personas que usan la palabra «amor». La mayoría de los que la usan no saben lo que significa. Así que lo que realmente están diciendo es «te necesito». Pero se ha abusado del amor a menudo. Ha habido personas que han abusado de su terminología para esclavizar y tender trampas. Y de algún modo, cuando le dices a alguien «te amo», piensas que la persona tiene que bajar la guardia. Eso no es amor. Con frecuencia, cuando las relaciones se interrumpen, se parten o se hacen astillas —esa expresión se está oyendo mucho— normalmente lo hace el que quiere aferrarse. Y aferrarse no justifica la relación. Todo se ha convertido en un hábito, una dependencia, si quieres, una relación de co-dependencia. No tiene nada que ver con el amor, sino con el control y la necesidad. Y si alguien te dice: «Pero yo te amo, ¿cómo puede ser esto?», pues bien, si fuera totalmente sincero, nunca habría sucedido nada. Y el hecho de que alguien diga que te ama no indica necesariamente que deberías cambiar el curso de tu vida para someterte al amor, porque es más bien una necesidad o hábito del otro para restablecer el control, y para lograrlo usan esa expresión. El artículo real y genuino aparecerá en el camino. Y cuando lo haga, no estará sumido en ninguno de esos juegos. No habrá territorios definidos ni barreras protectoras. Será una fusión armoniosa de los dos en uno. Es algo hermoso y sucede de un modo natural. No hay que trabajar para lograrlo; ya está aquí y es tan dulce... Ese es el artículo genuino. Y no es cierto que haya que esforzarse en las relaciones. Las que se hacen en el cielo no necesitan de tu esfuerzo. ¿Comprendes? Que así sea.

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