sábado, 17 de julio de 2010

"El Dinero" - El Plano Sublime - Ramtha

(...) Muchos de vosotros deseáis una riqueza fabulosa, pero no aportáis nada a cambio para que suceda. Quieres riqueza ilimitada, pero regateas con los demás. Eres el más tacaño de todos. ¿En qué punto son compatibles la tacañería y lo ilimitado? No lo son. Regresemos al Plano Sublime, al área de contemplación donde trazamos los potenciales de la línea de la vida. Allí el dinero no es un problema, pero aquí claramente lo es, y la persona sabia entiende eso. En este potencial de vida no aparece la riqueza hasta que hayamos solucionado el asunto de las cargas. Y tal vez algunas de esas cargas tienen todo que ver con este asunto. Por ejemplo, pensamos que para llegar a la cima del éxito es necesario manipular el dinero. Y eso estaría incluido en la lista de cargas por resolver. Pero atraemos el oro del alquimista únicamente cuando terminamos el programa. Una vez terminado, vamos a tenerlo porque está limpio. Es energía limpia. Es un poder que abrirá la puerta para que se presenten sucesos extraordinarios, porque libera totalmente la parte física de la necesidad de supervivencia y no permite que el espíritu recaiga en los tres primeros sellos, esa condición animal de la competencia despiadada, de supervivientes, de linderos, la mentalidad del rebaño. Pero entonces imagina esto: si en ese lugar tenemos todo lo que deseamos al instante, realmente no nos costó nada imaginarlo porque esa es nuestra naturaleza, y nuestra naturaleza es tener cualidades imaginativas ilimitadas. Esa es nuestra naturaleza, nuestra personalidad; Se supone que es lo que debemos hacer. Y allí en el Plano Sublime o en el cielo, dondequiera que elijamos ir o podamos ir, se nos presenta lnstantáneamente. Entonces lo que realmente es de valor no es el oro, sino nuestra cualidad imaginativa, ser capaces de crear imágenes adecuadamente. Así que ya hemos comprendido que eso está incluido en la continuidad del trabajo. Todo maestro que ha vivido más de la expectativa de vida de ochenta años, que ha vivido dos años más, ya ha obtenido su riqueza. Ahora, este es mi punto: si nos sentamos en el trono del Yo espiritual, sólo podemos ser lo que somos naturalmente. Nos adherimos a la cualidad imaginativa de la conciencia y energía y allí debemos hallar la realidad, la profunda realidad. Así es el espíritu, no lo limita nada. Es sólo la conciencia del cuerpo lo que nos limita y nos cercena. Esa limitación se presenta porque le entregamos nuestro poder. Pero examinemos esto un momento. ¿Qué tan espiritual es una persona que se vale de intrigas en los negocios? ¿Qué tan espiritual es una persona que te regatea los últimos cien dólares de un proyecto en el que has invertido mucho tiempo? Esas personas no son espirituales. Eso ni siquiera tiene sentido porque la persona espiritual que viene de ese lugar no necesita hacer algo así. ¿Comprendes? Porque el espíritu nunca está en estado de carencia. Trabaja para reemplazar su energía, no para reemplazar dinero. Trabaja para reemplazar su energía. Y cuando haces cuentas y te las ingenias para rebajar el precio de algo o para convencer a alguien de que te cobre menos dinero, en ese momento, eres lo más inespiritual que hayas sido. ¿Tú dices que eso es hacer buenos negocios? Yo digo que es espiritualismo pobre. ¿Y quién va a sobrevivir a quién? Nunca vas a conseguir la riqueza fabulosa mediante intrigas en los negocios. No está en el programa; no está. Nunca te llegará. No lo permitiré porque no está en esta agenda. Llegará cuando con rectitud pongas en práctica lo que te he enseñado. La riqueza fabulosa no vendrá de ahorrar centavos o de recortarle los honorarios a alguien para que puedas tener unos dólares más en el bolsillo. No vendrá de ese modo. Vendrá de esas tres piedras que tienes en el bolsillo y de ese espíritu que esta enfocado en eso de manera ilimitada. No va a venir de otra persona. Vendrá de las puertas que se abren para permitir que suceda. Pero dejar la mirada fija en algo es ser negligente. Así no funciona. Ahora empezamos a comprender por qué muchos de vosotros no habéis obtenido vuestra riqueza fabulosa. ¿Sabes por qué? No has traído nada a la mesa ni siquiera para mostrar lo que eres. Eres tomador y no dador. Hay una diferencia. El humano es tomador; no es un dador. Es el espíritu quien da. Aquello nunca ocurrirá; sencillamente no. Las acciones que generamos desde una perspectiva más elevada son lo que la producirán y la harán caer del cielo o nos traerán lo extraordinario a la puerta. Tenemos la oportunidad de abrir la puerta y de escoger lo que deseemos. ¿Y cuántos de tus bienes tangibles estás dispuesto a arriesgar por la habilidad imaginativa de tu espíritu? Eso es ponerlo en práctica. Lo arriesgamos todo. Conozco una entidad que lo ha arriesgado todo. ¿Qué significa eso? Significa que la elección de ser espiritual y creer en la imagen de la imaginación es más fuerte y más real que los bienes acumulados que yacen bajo la amenaza de desaparecer a causa del sueño. ¿Cuándo nos damos por vencidos? ¿Cuándo decidimos lo que es real y si hay algo que nos pueda derrotar? Una verdadera persona espiritual nunca se rendirá ante las cosas tangibles. Nunca renunciarán al sueño, incluso si ello implica perder todo lo que tienen. Si perder todo lo que tienen les permite aislar el sueño sin cargas, entonces que así sea. ¿Hasta qué punto estás dispuesto a hacerlo? No muchos de vosotros estáis dispuestos a hacerlo porque la energía se ha colocado en la zona protectora de supervivencia. Es algo semejante a los aspectos que hemos discutido antes. No quieres tocar el tema de la salvación porque eso implica mirarte a ti mismo, pero como eres cobarde, no lo haces. Pues bien, es exactamente igual cuando se trata de ser el espíritu. ¿Cuánto tiene que llevarse la marea antes de que te des por vencido y te vuelvas humano de nuevo? Esa sí que es una prueba. Eso es arriesgarlo todo y una entidad así merece el reino de los cielos, ¿no te parece? Sin importar lo que sea, esa persona se aferra al sueño, no lo deja escapar. Allí está operando una realidad espiritual poderosa, pase lo que pase. En la convención siempre estamos a salvo, siempre y cuando no toquemos estas zonas. Podemos jugar, jurar lealtad, jurar apoyo, podemos sostener que somos esto y aquello hasta que se nos llama para que lo coloquemos todo sobre la mesa. Es entonces cuando sabemos de qué estamos hechos. Realmente lo sabemos. Es como estar alardeando en la posada El Pony Pisador, diciendo que somos un magnífico guerrero, hasta que llega la hora de estar sobre el caballo a las tres de la mañana con la armadura puesta, tambores que empiezan a retumbar y campanas que empiezan a sonar sobre la crin del caballo, y sabes que vas a un destino y vas a tener que vivirlo ahora. ¿Eres allí tan grande, malo y asombroso? En el campo de batalla la historia es diferente. Es como la idea que hay por ahí de que alguien se graduó de esta escuela. Vamos, por favor, al campo de batalla. Vamos al campo, hagamos un examen. Veamos si eres un graduado de la Gran Obra. ¡Cobarde! Como ves, es muy fácil hablar; es muy fácil ganar prosélitos. Es fácil decir lo que harías y no harías, pero nunca sabes de qué estás hecho hasta que tienes que sostener el sueño y caminarlo. Ahora lo sabemos. ¿Nos está examinando Dios? Bien. En algunos lugares nos gusta decir «te están probando». No. El mero acto de asirse a algo intangible mientras todo lo que está debajo de uno, y que es básicamente físico, es barrido por la marea creada por el simple hecho de no tener la energía puesta allí, porque toda tu energía está en un sueño, ¿es eso una prueba? No, no lo es. Pero ¿no es interesante que lo veamos así? ¿Y por qué nos parece interesante? ¿Por qué me parecería a mi interesante oír a una persona decir algo así? Porque entonces sé que está pensando en volver atrás y retractarse del sueño. Y para entretener la idea, dicen que es una prueba. No lo es. Para un maestro verdadero no hay otra elección; sencillamente no la hay. No es una prueba; es inmutabilidad. Tienes que maravillarte de una persona de tal poder, porque no se les puede comprar. No se les puede amenazar. He ahí un ser imponente. Aquí tenemos personas que están pasando por eso. Es tan fácil decir «cometí un error». Es tan fácil decir «no debería tener un sueño tan elevado». Es muy fácil, pero esa es la evasiva de un cobarde. Es muy fácil decir, «no me siento bien» el día que montamos sobre el caballo macizo. «Monta y vomita por el lado izquierdo. Cada vez que esos tambores retumben, vomita. Vas a montar.» ¿Comprendes? Es muy fácil decir «no me siento bien». Y, por Dios, no podemos sentirnos bien. Con sólo pensar en ello nos mareamos. La idea de perderlo todo nos pone nerviosos. Es suficiente para producirle a uno náuseas. Con la idea de ir a una batalla uno se enferma. Pero entonces sabemos de qué estás hecho, ¿no es verdad? Y tú también lo sabes. Es demasiado fácil tratar de retractarse del espíritu. Y se hace tan a menudo por amor a la convención, a los buenos negocios, para justificar nuestras pérdidas, para anularlas. También es fácil decir «me equivoqué». Estamos totalmente dispuestos a salir con toda desfachatez y decir «me equivoqué», cuando nos conviene decirlo. «Por supuesto que lo hiciste, buen tipo.» «¡Vaya! Me libré de esa. Lo único que tuve que hacer fue decir que había cometido un error, y todos me volvieron a aceptar.» «Buen tipo, buen tipo, buen tipo», dicen mientras disfrutan de una cerveza. «Ah, fue lo suficientemente hombre como para admitir que se equivocó.» Sí, fue lo suficientemente hombre. Eso es lo único que fue. ¿Comprendes? Pero no tuvo grandeza. Y la grandeza no viene de ser hombre o mujer. Viene de la viabilidad y seguridad del espíritu que insistió en ver la mesa llena sin importar cuán vacía te digan todos que está. Ese es un ser espiritual. No es una prueba. Es solamente una prueba cuando tropezamos, ¿no es así? Y sólo se vuelve un error cuando decidimos retractarnos de la experiencia, salir de ella y de algún modo ponerle un color al cuadro para que sea aceptable y agradable a nuestra conciencia humana, que lo que verdaderamente quiere es demostrar su tesis. Ahora bien. Para mí la culpa es algo inaceptable; nunca la tuve y me parece que tú tampoco la deberías tener. Para mí es algo inaceptable oírte decir que te equivocaste. Yo nunca lo hice, ni deberías hacerlo tú. Yo nunca inventé excusas, tampoco deberías hacerlo. Estamos hechos o del espíritu que viene del Plano Sublime, o lo único que somos es, a fin de cuentas, los activos de la capacidad de nuestros sentidos, nuestra mente astuta y nuestras víctimas dispuestas, un almacén de víctimas dispuestas a las cuales acosamos para nuestro sustento diario, cualquier cosa que el sustento sea: dinero, afecto, culpa, un intercambio de poder que entra y sale, hacer víctimas de los emocionalmente débiles, satisfacción sexual, no importa lo que sea. Eso es todo lo que nos queda y te digo: para mí no es suficiente y nunca lo fue. Si te arrepientes de algo de tu pasado, todavía estás atrapado allí. ¿No es así? No nos arrepentimos del pasado cuando no dejamos huellas de él. ¿Cómo puede eso ser posible? Porque el pasado nos sirvió para completar la experiencia. Estamos aquí para hacer conocido lo desconocido. ¿Cómo podemos llamar error a una experiencia y arrepentimos de ella? ¿Quién hubieras sido sin esa experiencia? Puedo decirte que seríamos mucho menos de lo que somos ahora, porque a veces hay que pasar por experiencias terribles para poner de rodillas a nuestra humanidad de modo que pueda nacer el Yo espiritual. ¿Por qué deberíamos pensar que es algo malo? Deberíamos estar agradecidos. ¿Por qué deberíamos lamentarnos de los padres que tenemos? ¿O por qué lamentarnos por el cuerpo que tenemos? Hacerlo sería ser prisioneros de él y de toda la pena, sufrimiento y miseria que provienen de ello, así como de la energía que se acaba a medida que el reloj hace tictac porque estamos atrapados en el pasado. ¿Por que arrepentirte de alguna de las cosas que te trajeron hasta este momento? ¿Por qué arrepentirte de cualquier conquista, no importa cuán hedionda y sangrienta haya sido, si nos ha llevado al paraíso? ¿Por qué arrepentimos de eso? Así que una persona espiritual que concibe un sueño y cree en él sabe algo. Sabe que la realidad está viva y con buena salud dentro de sí. Y si puedes sostener esa realidad por deferencia a esta realidad, lo que se te devuelve —escucha esto— todo ese rechazo que viene de afuera hacia tu sueño, tiene un propósito. ¿Sabes por qué tiene un propósito? Porque te puedes alimentar del rechazo. ¿Cómo se alimenta de él una persona espiritual? Convierte el enfoque en energía resuelta. De algún modo esa energía refuerza el sueño de una entidad valiente. Y mientras más rechazo y crítica haya, mientras más griten a tu alrededor, una verdadera persona espiritual se alimenta de esa energía y la transforma. Se alimentan de ella y eso los hace más resueltos y algún día esa resolución se abrirá paso, porque es más grande que la vida. Es más poderosa que la vida. ¿Cómo podemos arrepentimos de eso? ¿Y por qué no querríamos experimentarlo? ¿Por qué no querríamos que alguien nos ridiculizara? ¿Por qué no querríamos experimentarlo si podemos alimentarnos de la energía, tomarla y convertirla en lo que somos de una forma más incondicional? ¿Por qué no querríamos hacer eso? ¿Por qué no ver la oposición como una oportunidad para agrandar lo que eres en lugar de permitir que doblegue tu resistencia? No se supone que deba doblegarte a menos que seas tan débil como para que te arrase. Y te digo: la grandeza es esa magnífica torre que se desprenderá del templo y que se dirige hacia arriba por encima de las cabezas de todos. Todos percibirán que esta entidad está conectada a una fuente de poder espiritual. El mundo puede ir y venir, pero ese poder permanece allí. Y cuanto más nos opongamos a él, más grande será. Cuando sea lo suficientemente fuerte, se abrirá paso a través de este plano y todo lo hará añicos. Será un ejército que marcha con vehemencia y nada detendrá su manifestación. Nada. ¿Por qué no vemos la crítica como alimento, como material de construcción? ¿Por qué no la vemos de esa manera? ¿Y por qué no comprendemos que a menos que mantengamos el sueño del Yo espiritual imaginativo, ni siquiera podemos empezar a llamarnos espirítuales, mucho menos maestros? Y si tenemos esa certeza dentro de nosotros, ¿por qué tenemos que bajar aquí a hacer tonterías en los asuntos diarios engañando a la gente, cortando caminos, lo que usualmente significa cortarse a sí mismo? De ese modo nosotros mismos nos estamos dejando fuera de la escena, ¿no es verdad? El dinero. Está encerrado en ese futuro fabuloso que ya fue creado en el Plano Sublime. Pero para obtenerlo tienes que ir al lugar espiritual de la creación de imágenes, porque es obvio que no tienes una facultad o activo lo suficientemente pujante como para producir una riqueza fabulosa, teniendo en cuenta que usas una pequeña parte del cerebro, tienes poco conocimiento y todavía menos capacidad. No tienes lo que se requiere para producir una fortuna así, pero el espíritu sí. De modo que ella llega a través del reino de los cielos. Es un regalo del espíritu. En otras palabras, nos lo regalamos a nosotros mismos en otro lugar. Allí nos encargamos de que todo saliera bien aquí, siempre y cuando hiciéramos el avance de resolver los asuntos sin terminar y de tener resolución, porque es peligroso recibir todo cuando se tiene una vida incompleta, cuando se está en medio del dolor emocional y el sufrimiento. Eso sólo complica las cosas, no las facilita. Como sabes, todo el dinero del mundo no va a remediar tu vida de víctima. Nunca ha sido así, ni lo será. Ni todo el dinero del mundo te va a liberar del pasado; más bien lo va a intensificar. Aquí es donde entramos nosotros. Cuando hemos aprendido a pisar por el sendero espiritual a diario ejecutando nuestros deberes como seres espirituales, se nos otorga la libertad noble de sostener los sueños. Esa es la naturaleza del espíritu. Y a medida que día a día damos un paso tras otro, la huella que dejamos atrás se disolverá y regresará a nosotros y nuestro campo radiante aumentará de tamaño. Y cada día nuestra vida prospera, nuestra salud mejora, cada día rejuvenecemos en lugar de envejecer. Todas las buenas obras que hacemos se van amontonando y un día nos damos cuenta de que nuestros pensamientos comunes ya no están basados en lo que se llama la neocorteza o los tres primeros sellos; son pensamientos arraigados en el templo interior. Empezamos a pensar como dioses por medio de crear imágenes. Y cada día tenemos el poder de hacer que esos pensamientos se cumplan. Entonces nuestro desempeño diario ya no tiene una etiqueta con un precio. Se trata entonces de ser Dios, que lo es todo, porque cuando hayamos logrado esto tenemos poder y autoridad sobre todas las riquezas y fortunas, es algo insignificante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario